¿Por qué escribí los Cuentos para aprender Ortografía? por María
Valenzuela Góngora
Cuando
 comencé a trabajar con alumnos/as de 1º, aprecié rápidamente que la 
ortografía les suponía una enorme dificultad. En pleno proceso de 
aprendizaje lecto-escritor, cuando ya parece que le van cogiendo el “ 
truquillo”, la “m” con la “a” “ma”… resulta que la “z” con la “a” es 
“za”, pero para escribir el sonido “ce” tenemos que usar la “c” “de 
media luna”, como le llamamos, creo que inconscientemente para endulzar 
la primera incongruencia con la que se encuentran y que vendrá seguida 
muy de cerca de la caprichosa ortografía de los sonidos ga, go, gu, gue,
 gui, güe, güi o ca, que, qui, co, cu. Estos casos están englobados 
dentro de lo que los docentes llamamos “ortografía natural” y no sé por qué usamos este nombre ya que de natural no tiene nada, más bien todo lo contrario. 
En líneas generales, ni la ortografía natural ni el resto de reglas con las que tienen que enfrentarse inmediatamente, tienen nada de lógico (delante
 de “p” y “b” se escribe “m” y no “n”, aunque en rosa la “r” tenga 
sonido fuerte se escribe una sola “r”…). La ortografía es así porque sí,
 no tiene una explicación coherente para los mayores, cuanto menos para 
los pequeños. 
A lo dicho, tenemos que unir una realidad patente desde hace tiempo en nuestras aulas, y es que el umbral de atención de nuestro alumnado está cambiando.
 Cada vez supone más esfuerzo concentrar su atención. Esto es debido a 
que fuera de clase están sometidos a estímulos audiovisuales muy 
intensos: dibujos animados con una velocidad de imágenes infinitamente 
más rápida de la que tenían los dibujos de “nuestra época”, juegos de 
ordenador, de videoconsolas…y algunos aparatos o “maquinitas” más, de 
los que no sé ni sus nombres, y a los que tienen acceso cada vez a 
edades más tempranas. Todo esto supone una “competencia desleal” frente a
 los estímulos que les podemos proporcionar los maestros/as a la hora de
 enseñarles ortografía. Una letra fija en un papel o en la pizarra 
difícilmente les hará mella. 
Ante
 esto, los maestros/as podemos permanecer impasibles, quejarnos o hacer 
algo. Las TIC han llegado a los centros y se han convertido en aliados, 
pero en los primeros cursos su uso no es generalizado. Así que, por qué 
no echar mano de un recurso presente en la vida del niño/a, tanto fuera 
como dentro del aula, adecuado a su edad y cuyo resultado como vehículo 
de aprendizaje está demostrado: EL CUENTO. 
Hace ahora unos diez años que comencé a escribir cuentos para que mis alumnos/as aprendieran ortografía.
 Primero para la ortografía natural y después, vistos los resultados, 
para el resto de reglas que constituyen unos cimientos ortográficos 
necesarios. Después de aplicarlos en mis sucesivas clases con unos 
resultados estupendos, se han publicado. 
Me
 alegra que este recurso esté al alcance de otros maestros/as y, por 
ende, que no sólo mis alumnos/as se puedan beneficiar de ellos y 
entender la ortografía. Porque, gracias a brujas, magos, ogros, gnomos, 
dragones… y las situaciones que con ellos se crean, las reglas 
ortográficas tienen una explicación lógica, coherente y entendible. Por 
experiencia sabemos quelos conocimientos que se entienden se recordarán y se aplicarán sin problemas, aquellos que no, correrán peor suerte. 
 





 
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